Tras la I Guerra Mundial, el mapa de Europa experimentó importantes
modificaciones. De acuerdo con lo establecido en el Tratado de
Versalles, Alemania cedió parte de su territorio a Bélgica,
Checoslovaquia, Dinamarca, Francia y Polonia. Estos países, así como
Rumania y el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, aumentaron su
extensión con regiones de Austria-Hungría. Las restantes zonas del
Imperio otomano también se disgregaron, y la mayoría de los estados que
se constituyeron pasaron a ser mandatos franceses y británicos por
decisión de la Sociedad de Naciones.